El mal dormir nos lleva al deterioro de las funciones del cerebro ¿verdad o creencia?
Una pregunta recurrente entre la población adulta y adulta mayor, es si el tener problemas de sueño les puede ocasionar enfermedades como el Alzheimer, demencias, o si eventualmente perderán la razón. La impresión general es que sí, pero hay quien dice que no pasa nada y que aún sin dormir bien se puede gozar de buena salud mental.
¿Qué dice la evidencia científica al respecto?
Partamos de un hecho fundamental: el dormir es primordial para la vida.
Los seres humanos pasamos buena parte de nuestra vida durmiendo: los recién nacidos duermen hasta 20 horas, los preescolares hasta 16 horas, 12 horas los escolares y adolescentes, y ya en la edad adulta alcanzamos el 30% de nuestra vida durmiendo. Sí, cerca de la tercera parte de nuestra vida la dedicamos a dormir. Pensemos, por ejemplo, en una persona de 100 años, ¡esta persona habrá dormido 30 años en lo que lleva de vida!
Algo bueno debe tener el sueño para formar parte muy significativa de nuestro pasar por este mundo. De acuerdo a la ciencia, dormir ese 30% de nuestra existencia nos brinda la posibilidad de vivir el resto del tiempo en estado de vigilia o despiertos.
¿De qué manera el sueño nos mantiene vivos?
Varios estudios publicados en revistas científicas, como Sleep Medicine, han reportado que dormir cubre funciones primordiales para el adecuado desempeño cotidiano, no sólo al día siguiente en la mañana, sino a lo largo de toda la vida. Dentro de estas, se encuentran las siguientes:
- Reposición y gestión de la energía química del cuerpo.
- Memorización y consolidación de lo que hemos aprendido durante la vigilia.
- Regulación de la función hormonal.
- Eliminación de las sustancias nocivas que produce el cerebro.
- Reparación de los tejidos del cuerpo.
- Plasticidad cerebral.
- PREVENCIÓN DE ENFERMEDADES.
Cada una de estas funciones tiene un papel determinante en el adecuado desempeño de nuestro cerebro y, en consecuencia, en la armónica coordinación de todos nuestros órganos. Así, cada vez que dormimos en etapas profundas de sueño, el cerebro genera la energía suficiente a través de los nutrientes que le llegan de manera permanente, para poder cumplir con la demanda de cada función como la memoria, la secreción de sustancias que regulan procesos como la liberación de la hormona del crecimiento en la infancia y la adolescencia, así como de las hormonas que definen los caracteres sexuales, y otras tareas que regulan el metabolismo de carbohidratos o el de las grasas, entre una gran cantidad de procesos hormonales.
Una función primordial para mantener nuestro cerebro en buen estado es su proceso de limpieza, el cual sólo puede llevarse a cabo mientras dormimos, sobre todo durante las etapas profundas de sueño (ya platicaremos a detalle del sueño de ondas lentas y el sueño MOR). En estas etapas de sueño se realiza el sistema de limpieza del cerebro o sistema glimfático, a través del líquido que se forma en el cerebro (líquido cefalorraquídeo) que, aunado a una adecuada circulación de los pequeños vasos cerebrales, regulados por el corazón y las arterias cerebrales, nos lleva todos los días a un ¨barrido y lavado” de las sustancias que se acumulan en este importante órgano. Cuando no se alcanzan a limpiar con eficiencia las diferentes estructuras cerebrales, corremos el riesgo de que, al acumularse esas sustancias tóxicas que se producen cotidianamente, se lleguen a dañar neuronas hasta su muerte. Esto va a condicionar una cadena de fallas que, de no ser revertidas, pueden llevar al deterioro global de nuestro cerebro, derivando en el desarrollo de enfermedades como el Parkinson, el Alzheimer y otras demencias.
Ante este panorama, podemos decir que el mal dormir es un factor clave para incrementar el riesgo de desarrollar enfermedades neurodegenerativas que pueden afectar gravemente nuestra calidad de vida.
Sin duda, una vida ordenada que cumpla con ese 30% básico de sueño, nos puede asegurar mejores condiciones de salud cuando lleguemos a etapas medias y cuando seamos personas adultas mayores, y tener una madurez más satisfactoria al conservar nuestra salud cerebral.
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