Ser madre sin culpas
El otro día les comentaba a unas compañeras de trabajo la ilusión que me hacía realizar un viaje sola. “Bueno, sola con tu hija, ¿no?”, me dijo una de ellas. “No, no, yo conmigo”, le respondí. Comentó: “¿Pero a poco sí podrías? ¿No te sentirías mal?”. “No –contesté- me gusta estar conmigo”.
Nosotras, las mamás, cuando concebimos un bebé gestamos junto con la criaturita una bolsa llena de sentimientos y responsabilidades; por un lado, ternura, compromiso y amor y, por el otro, miedos, culpas e inseguridades. Todos coexisten de forma inherente a la maternidad y también en la paternidad comprometida, sólo que casi nunca hablamos de estos últimos, ¡como si no fuera completamente normal sentirlos!
Nos cuesta trabajo admitir que nos cansamos, que a veces las dudas apremian, que nos escondemos para comernos un dulce, que en ocasiones no queremos responder una pregunta más o que no sabemos la respuesta, que no podemos con todo, que queremos tener planes individuales o de pareja y que necesitamos también un tiempo fuera. Nos cuesta trabajo admitirlo, porque hacerlo significará sentir culpa.
La idea de culpa en la maternidad es un tema complejo y multifacético que ha sido explorado desde diversas perspectivas. Al menos en nuestra cultura, existen tantas expectativas y estigmas que rodean al hecho de ser madres, que no dejan las cosas tan fáciles. Hay muchas cosas que nos dicen que “deben ser” de cierta manera, desde el momento de la concepción, durante el embarazo, a la hora del parto, respecto al cuidado de los hijos, al decidir en dónde estudiarán, si podemos darles actividades extras, en fin.
Nos llegamos a sentir culpables por no cumplir con ciertos estándares sociales, súmale la comparación con otras madres y el autoconcepto de cada una. En ocasiones la culpa no es racional o justificada, sino que es el resultado de las expectativas que tenemos.
Una amiga me dijo que ella sentía que era una “buena madre” hasta que un día, sus hijas le confesaron que algunas de sus decisiones les ocasionaron conflictos, eso la hizo sentir muy mal, pero tomó cartas en el asunto y considera que fue bueno platicarlo. Otra me dijo que siempre tenía la sensación de no estar a la altura de los requerimientos de sus hijos. Yo me he sentido sumamente vulnerable cuando he tenido que tomar decisiones importantes respecto a mi hija, por el temor a equivocarme.
Pero, ¿realmente tenemos que ser superpoderosas?
¿Por qué si en las relaciones, en la escuela, en el trabajo, aprendemos equivocándonos, con la maternidad tendría que ser distinto?
Cada madre tiene sus propias circunstancias, limitaciones e historia. Creo que hay al menos tres cosas fundamentales para cultivar una crianza saludable y amorosa: el autoconocimiento, la autoaceptación y la autocompasión. En la medida en que nos conocemos y sabemos lo que queremos, lo que necesitamos y lo que podemos hacer por nuestros hijos, tenemos más consideración con nosotras y estamos blindadas ante cualquier opinión, porque somos conscientes de la razón por la que tomamos cualquier decisión, solas o con nuestra pareja.
Cada etapa del desarrollo de nuestros hijos requiere cuidados distintos. De bebés nos necesitan por completo, quizá en esa etapa nuestros tiempos fuera serán un baño tranquilo, una caminata o una siesta mientras alguien nos ayuda a cuidarlos, pero en la medida en que van creciendo y tienen sus actividades, podemos dedicar un tiempo cada semana para nosotras, aún si trabajamos fuera de casa. Eso nos beneficia a nosotras y también a ellos, al tener una mamá satisfecha y contenta.
Es muy importante cuidar nuestra salud mental y tener espacios de reflexión y descanso que, con suerte, nos ayuden a recobrar energías y desde ahí, pensar con claridad. Si es posible contar con el acompañamiento de un profesional, mejor aún, incluso desde antes de decidir ser madres, para conocernos mejor y gestionar de forma adecuada las herramientas que tenemos.
Hay que dedicarnos momentos en soledad y también buscar la forma de estar en conexión con nuestros círculos de apoyo (pareja, familiares y amigos), así como con otras madres. Verás lo bien que te sentirás de saber que no estás sola con tu bolsita y que puedes contribuir a darle un sentido de comunidad y solidaridad a la maternidad.
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